Dos heridas

Escribir sobre ella me demanda valentía. Ella, que es una herida. 

Bueno, en realidad ahora tengo dos heridas, pero prefiero hablar primero de la más joven, la que no me demanda valentía.

Arranqué un pedacito de la piel de mi dedo índice derecho cuando cerré el cajón en el que guardo mi ropa interior. Sentí el ardor y vi un pequeño círculo de piel rosada sobre mi dedo. Luego, la sangre.

Un chorrito de agua del grifo, un par de soplidos como queriendo apagar algo que se quema. Y luego, la curita.

Creo que fue el miércoles de la semana pasada, no estoy muy segura.

La herida joven tiene un par de días, pero ya no es un círculo de palpitante piel rosada con sangre. Se volvió más chiquita y ahora es un circulito mal dibujado de piel dura. ¿Ustedes cómo le dicen? ¿Costra o caracha? Bueno, eso, y aún está rodeada de un ligero tonito rosado.

De la otra herida, la que me pide valentía, sí sé fechas. Recuerdo el día, recuerdo, incluso, cómo estaba vestida. Lo que aún no sé es si me la hice yo o me la hicieron. O nos la hicimos. 

Pero mejor vuelvo a la herida causada por el cajón de mis calzones. Los primeros días sí que la sabía siendo parte de mí. Ahí estaba cuando lavaba platos o cuando me bañaba. Estaba viva, ardía.

Ahora solo la veo de casualidad. Por ejemplo, cuando bajo la mirada al teclado de mi laptop. Ahí está, circulito mal dibujado sobre mi dedo.

Ya prontito dejará de ser herida, bienvenida cicatriz.

Marca que no duele, pero que se queda. Cicatriz que esta vez será una manchita en el dedo que señala y que se escapa mal de los cajones.

La herida más vieja, en cambio, esa que me pide ser valiente, es muy rara. Duele cuando le da la gana. Y como es de las que no se pueden ver, ni tocar, todo es más difícil. El ardor se activa con lo invisible, duele más lo no palpable.

Por ejemplo, se activa con recuerdos, con canciones y a veces con sueños que no alcanzan a ser pesadilla. Tuve momentos en los que creí que esta herida que me pide ser valiente ya era cicatriz, porque pasaba el tiempo y ya no ardía. Pero de pronto, antojada, otra vez me dolía.

Al menos el ardor que vuelve es cada vez más leve. Y se demora en regresar.

Aún no es marca que no duele, pero ya se morirá como herida y entonces, cicatriz, bienvenida.

Una cosa sé. A cicatriz están destinadas todas las heridas a las que una sobrevive.

2 respuestas a “Dos heridas

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