Escribir

 

Es como hacer un camino sin saber cómo. Es hacer un camino teniendo que escuchar a otros que dicen saber cómo se hacen los caminos.

Más bien, escribir es saber, en el fondo, que para esto no se necesitan caminos. Escribir es cuestión de querer, aunque uno no se sepa muy bien para qué, por qué y qué es lo que se necesita.

Escribir es necesidad. Más que nada cuando pareciera que es lo único que se sabe hacer, y eso si es que en verdad uno lo sabe hacer.

Porque cualquiera puede tomar unas palabras, juntarlas y lanzarlas.

Pero no, escribir, no. Cuando se escribe, las palabras nacen.

Escribir es ese espacio que permaneció en blanco el tiempo suficiente como para que uno se diera cuenta de que esto se trata de hacer que los espacios se llenen y de que valgan.

Vale la pena llorar y reírse, un poquito y a mares, en los dos casos.

Vale la pena deshacerse en una palabra, en dos o en 234. Vale la pena inventar creyendo que uno escribe lo que recuerda.

Cuando se escribe también vale la pena mostrarse, confesarse y defenderse. También se vale enamorar y enamorarse.

Escribir es salvación, además. Sí, porque cuando se nace para escribir, uno es lo que escribe. Y cuando a uno lo leen, uno existe.

Yo escribo en las noches, porque durante el día  solo junto palabras u obedezco a los que dicen saber cómo se hacen los caminos.

A veces escribo en la mente y lo escrito es mío para siempre.

También uno escribe para dar.

Las palabras son regalos.

A veces con faltas de ortografía, abusando de la reiteración, con cacofonías y con mis mensajes escondidos— yo soy cuando escribo.

 

 

2 respuestas a “Escribir

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